El patriarca al final del otoño

Publicada originalmente el 24 de Diciembre, 2011 en  www.lasillarota.com
“…no sólo alteraba los tiempos del día como mejor conviniera a sus negocios, sino que cambiaba las fiestas de guardar de acuerdo a sus planes…”
Gabriel García Márquez El otoño del patriarca.
Soy la moral del pueblo. Llegué para triunfar y triunfar es mi obligación.
Tengo el don de la palabra. He tenido mucho éxito con mis discursos explosivos. Siempre proclamo la lucha del bien contra el mal para obligar a tomar partido. Me gusta ver cómo me aplauden  mis apasionados seguidores. He logrado además que la mayoría de ellos se distinga vistiéndose de rojo por lo cual el respaldo que recibo es aún más notorio.
Subí al poder en 1999 y unos años después en mi país ya se vendían diversos productos y regalos con mi efigie. En las navidades los niños han contado con un muñeco con mi figura, hasta habla como yo, le aprietas el botón y empieza su acalorado discurso. También se fabricaron relojes con mi retrato que se podían adquirir fuera de las iglesias, junto a los crucifijos de Jesús y otros ídolos populares.
Conozco la importancia de los medios de comunicación masiva. Por eso tengo un programa semanal donde expongo mis ideas. Los preparo cuidadosamente pero los presento como si fueran espontáneos y dicharacheros. Me dirijo a las emociones de la gente, nada de discursos racionales o encartonados que los haga cambiar de estación. He tenido problemas con periódicos, y cadenas de televisión que me han criticado abriéndose a diversas opiniones. Los he tratado de acotar, pero con ellos y los estudiantes, la lucha ha sido difícil. Por eso desde el principio de mi régimen fundé una cadena que yo manejo y que opera en el resto de América Latina. En los últimos días logré que la Asamblea Nacional aprobara una ley que regula los contenidos de la Internet para impedir la falta de respeto a las autoridades y el fomento de la zozobra entre la ciudadanía.
A los que me escuchan les digo, quienes no comulgan con nosotros, quienes no son mis aliados, son mis enemigos. Aquí no hay lugar para opiniones timoratas. La estrategia de polarizar me ha sido muy útil, estoy todo el tiempo en la boca de todos.
Para no darle razón a los que me tachan de autoritario, he participado en el juego de la democracia y en este país se siguen haciendo elecciones regularmente. Siempre he tratado de asegurar que, a toda costa, sean mis fuerzas las que ganen. Conocedores de esta realidad, en las elecciones parlamentaras de 2005 mis opositores optaron por no participar. Para mí mejor, no hubo mayor problema para continuar en el poder.
Pero en las últimas elecciones del 26 de septiembre de 2010, mis adversarios decidieron que sí se lanzarían a la lucha democrática. No me preocupé mucho, pensé que de todos modos, la tendría yo asegurada. Mis cálculos fallaron. Si bien es cierto que los otros no ganaron mayoría, sí obtuvieron los votos requeridos para cuestionar y detener mis iniciativas. Para el siguiente periodo necesitaría llegar a un acuerdo con ellos para autorizar nuevos decretos, y poner en marcha las reformas que tanto necesita este país.
Este otoño me tocó ver cómo festejaban los grupos opositores. Proclamaban que, al desafiar legítimamente al poder central, lo de ellos era un triunfo. Yo observaba sus ingenuas actitudes. Ilusos, esperaban el próximo año para que la composición de asamblea se transformara. Nunca se imaginaron la sorpresa que les tendría como regalo previo a las vacaciones de fin de año. Antes del cambio de la actual correlación de fuerzas, aproveché para que me concedan poderes especiales. Después de todo, es un camino ya conocido. Me los aprobaron en 1999, en 2001, en 2007 y ahora me las acaban de otorgar una vez más por una duración de un año y medio a partir de mediados de diciembre de 2010.
Finalmente, la situación del país me favorece. Las acciones necesarias para apoyar a las víctimas de las tragedias naturales producidas por lluvias e inundaciones, requieren de decretos específicos que sólo se pueden obtener por medio de una Ley Habilitante. Con las facultades que ella concede, llevaré a cabo el resto de mi agenda. Lo primero, una reordenación territorial y política para poder asegurar mi triunfo en elecciones futuras y que la situación actual no se repita.
Para defender  la necesaria batería de leyes, he argumentado que los que me acusan de ser un dictador en realidad son viles devoradores, por lo cual es necesario hacer que se replieguen a su cueva troglodita. Que nadie nos impida continuar con las reformas que tanto necesita este país. Es necesario acelerar, radicalizar, volver a las raíces, empezar de nuevo con profundidad filosófica, teórica y política y corrigiendo cualquier desviación en nombre del pueblo. Conciencia y más conciencia. Venceremos. Venceremos. Venceremos.
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