Neonazismo en Europa

“Neonazismo en Europa”,
por Gina Zabludovsky,
publicado originalmente en Periódico Uno más Uno,
México, 1991.

“Alemania para los alemanes”, gritaron como consigna decenas de neonazis reunidos el pasado 20 de abril en Dresde para recordar el aniversario del natalicio de Adolf Hitler.
Unos días antes, el 9 de abril, varios periódicos nacionales reportaron la agresión que miles de polacos sufrieron cuando ―aprovechando la supresión del visado obligatorio― visitaron las ciudades fronterizas de Francfort del Oder y Guben y fueron apedreados por jóvenes neonazis. El mismo día, la agencia noticiosa húngara informó sobre una nueva profanación de tumbas judías, esta vez en el cementerio de Budapest.
Ante estos hechos, algunos reportajes aludían a declaraciones de criminólogos y sociólogos alemanes que opinaban que “las consignas políticas de la mayor parte de los jóvenes no son más que una pose”. Por su parte, las autoridades húngaras declararon que las acciones en el cementerio probablemente fueron producto de un “vandalismo sin sentido”.
Sin embargo, en realidad parecer ser contraria a estas declaraciones que intentan aminorar la importancia de las manifestaciones racistas en Europa. Dada la frecuencia de estos actos en los últimos años y en virtud de lo poco que aún se conoce sobre ellos, no podemos dejar de preguntarnos: ¿hasta qué punto se trata de manifestaciones “espontáneas” de grupos aislados de la población? ¿Existe una vinculación entre los jóvenes y los viejos nazis? ¿Qué relaciones hay entre los jóvenes radicales, skinheads (cabezas rapadas), de diferentes partes del mundo?
Para obtener alguna respuesta vale la pena recordar ciertos hechos ocurridos en los últimos años.
Cuando el colaborador de Hitler, Rudolph Hess, murió en 1987 en Berlín, multitud de skinheads hizo manifestaciones coreando la consigna de “Hess murió con nosotros, Hess vive con nosotros”.
En junio de 1988, los neonazis de diferentes países europeos desfilaron uniformados en la ciudad de Diksmuide, en Bélgica, para honrar a los nazis muertos en la Segunda Guerra Mundial.
Ese mismo año, la revista Newsweek dio a conocer varios datos que mostraban cómo los extremistas de derecha fortalecían sus lazos en Europa: los grupos de neonazis en Austria distribuían literatura editada en Alemania, los extremistas británicos eran juzgados por proveer armas a los grupos extremistas irlandeses y casi todas las organizaciones de derecha europeas tenían fuertes vínculos con los neonazis de Estados Unidos.
Ahora frente a las recientes fotografías de los manifestantes con las cruces gamadas y los brazos extendidos en el saludo nazi, nos hacemos nuevas preguntas ―que no encuentran una respuesta inmediata― acerca del origen, la fuerza, la comunidad organizativa y los proyectos de estos grupos. Nos invade, entonces, un sentimiento de indignación y preocupación ante un fenómeno que ―quizá de una manera demasiado ilusa― alguna vez llegamos a considerar básicamente como parte de un negro pasado.

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