Memorias con Chavela

Publicado originalmente en: http://www.lasillarota.com (10 de agosto de 2012)

Ahora que recién falleció Chavela Vargas quiero compartir  con los lectores(as) mi experiencia con ella.

Todo empezó con la  admiración que mi marido   le ha tenido  durante muchos años ¡Cómo me gustaría escuchar nuevamente a  Chavela Vargas! me decía mi esposo Salo Grabinsky  reiteradamente desde que lo conocí en 1981. Él  siempre recordaba las noches bohemias en el hotel Regis y otros lugares y, entonando la Macorina, se preguntaba  ¿A dónde  estará? ¿Qué habrá sido de ella?

Cuál sería nuestra  sorpresa cuando un día noviembre de  1988, cuando estábamos  una habitación  que alquilábamos en una casa dentro del monasterio Benedictino de Ahuatepec, Salo llegó emocionadísimo.  No podía creer que su sueño se había hecho realidad. ¿A quién  crees que me encontré en la tienda de la esquina?, me  dijo fuera de sí. ¡Aunque no lo creas, a la misma  Chavela Vargas!

Y efectivamente, Salo se había topado con  Chavela en una pequeña  miscelánea .No cabía de entusiasmo. La invitó a la terraza de la casa y nos sentamos con ella varias  horas para que nos pusiera al corriente de sus andanzas, éxitos y fracasos.  Nos contó de proyectos truncos como los discos que le habían prometido sacar nuevamente y que nunca habían visto la luz.

Al día siguiente nos fuimos a una excursión donde ella nos guió por  Amatlán,  enseñándonos emocionadamente la magia  que se esconde en el lado menos visible del Tepozteco. Chavela nos mostraba las capillas naturales y  formas escultóricas que  se hacen en las laderas de los montes.

Pero el  encuentro con Chavela  fue agridulce,  estaba en la ruina, con problemas de alcoholismo, endeudada y dedicada a añorar sus buenas épocas. Una gran parte del día se la pasaba lamentando su presente a la luz de lo que había sido su pasado.

Salo se conmovió  con su situación y con el hecho de encontrarse con un talento desperdiciado. Finalmente se le ocurrió una idea: organizaría  un pequeño recital de beneficencia  en nuestra casa de México para ayudarla. Estaba sumamente emocionado. Mataría dos pájaros de un tiro, por un lado sería una función privada para apoyarla, por el otro, tendríamos el lujo de pasar una velada bohemia con ese mito viviente que había sido olvidada.

Le avisamos a amigos y familiares. Yo  nunca había cobrado por entrar a mi casa pero ahora el asunto era ayudar a Chavela.  Nadie podía creer su  reaparición. ¿De veras? Me decían. ¿Dónde se la encontraron?

Chavela había llegado nuestro departamento desde temprano y cuando nosotros regresamos  de trabajar y comprar las cosas para la reunión, ella ya se había tomado  varias copas. Sus nervios por enfrentar al público parecían mayores y desafortunadamente no pudo entonar  más que una canción. La boca, con una suerte de tic nervioso  la traicionaba.

La gente pasó la noche con un sentimiento en el que prevalecía más la solidaridad y la sorpresa que  la  alegría bohemia.

Entre las invitadas estaba nuestra amiga Paloma Jiménez, la hija de José Alfredo. Ante su presencia, la  única canción que Chavela  pudo cantar fue la de “Paloma Querida”. Varias veces se dirigió a ella. Estaba sumamente  emocionada por la oportunidad de convivir con la hija del compositor y poder cantarle  la canción que fue escrita para ella.

Una vez que se fueron los asistentes, le dimos a Chavela las buenas noches y le entregamos la contribución que  habíamos reunido. La   acompañamos  al  cuarto que le destinamos para dormir  esa noche y nos  despedimos de ella  comentando que nos veríamos al día siguiente para desayunar.  ¡Cuál sería nuestra sorpresa al despertarnos y darnos cuenta  que, sin decir nada, había partido sola en la madrugada!  Nos preguntamos si estaría bien, ¿qué habría pasado?  Empezaron las conjeturas. ¿Estará  avergonzada de no haber podido cantar como de alguna forma ella hubiera querido?  ¿Le habremos hecho algo que la habrá ofendido? ¿Fue su retirada simplemente un sello de su estilo y de su originalidad?

Nos dedicamos un rato a buscarla en vano, hasta que unos meses después  supimos que estaba cantando en un bar de Tepoztlán. Después nos enteramos de las funciones  en otros centros nocturnos de ciudad de México y  un tiempo después la veríamos y escucharíamos en las películas de  Almodóvar.

Lo demás es historia, Chavela  revivió  y se convirtió  nuevamente en una leyenda viviente y en referencia obligada para la música popular mexicana.  Desde un punto de vista que quizá sea totalmente subjetivo,  yo pienso que  Salo fue el  primero que  le dio el empujón de confianza  para arrancar su  segunda etapa. Aunque después de la velada en mi casa ya  no tuvo contacto con ella, él siempre le ha sido fiel, gozó sus triunfos  y la escucha constantemente. Su adquisición más reciente es un disco comprado en nuestro viaje a España (cuando Chavela estaba también allí) donde ella recita ahora a García Lorca.

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