La vigésima palabra
Publicado originalmente en EstePaís/ Num 232, México, agosto de 2010 Cultura p. 11
Al tercer mes de la salida de Egipto, los israelitas llegaron al Sinaí y acamparon frente al monte. Desde ahí, Dios llamó a Moisés y le dijo “Ustedes han visto cómo los he sacado de la esclavitud, los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora, si obedecen mis órdenes serán una nación santa .Me acercaré como una densa nube para que me vean hablar contigo y así te crean para siempre. Haz que tu pueblo se purifique hoy o mañana porque al tercer día descenderé para estar a la vista del todos”
Y efectivamente, tres días después, un fuerte sonido de trompeta precedió la aparición de una musculosa niebla que coronó la montaña. Yahvé llamó a Moisés a la cima, indicándole que era territorio sagrado y que sólo él podría ir. Combatiendo las dificultades del reseco camino, Moises llegó a la cumbre y escuchó la voz que le decía. “Yo soy El que Soy, el que los ha sacado de la esclavitud. Ahora te daré las leyes de piedra con los veinte mandamientos que han de regir las vida del pueblo de Israel “Con el fin de que puedas aprenderlos para que los enseñes, permanecerás una temporada conmigo en el monte antes de bajar a tu pueblo con las cuatro piedras escritas por la mano de Dios”
Después de cuarenta días y cuarenta noches, cuando Moisés se disponía a tomar las cuatro tablas de la Ley y pensaba cómo se las arreglaría para poder traer dos en cada mano, un Yahvé con la ira encendida le dijo “Baja pronto, porque se ha pervertido tu pueblo. Cansado de esperarte, ha construido un becerro de oro y lo adora ofreciéndole comuniones y sacrificios“
Con una gran consternación, Moisés tomó las tablas y bajó con premura. Esta vez, la jornada por la montaña le resultó particularmente dura.
La aridez del camino penetraba en su cuerpo y lo hacía más pesado. Sufría los efectos del sol sobre su piel ardiente, su garganta estaba agrietada por falta de agua y el peso de las tablas de la ley hacia brotar llagas en sus manos. Además, el deber de dar a conocer los preceptos, y a la vez controlar la conducta del pueblo, le causaban una gran angustia
Cuando por fin llegó al campamento, la cólera producida al ver las danzas del pueblo en torno al animal adorado lo nutrió nuevamente de fuerzas. Le encargó a Aron velar por las tablas que había depositado sobre la arena, mientras él se ocupaba de quemar el becerro, moler sus restos para esparcirlos en el agua y dárselos a beber a los israelitas.
Ya más sereno, con este castigo, Moisés logró sosegar a la población para darle a conocer los mandatos divinos y se preparó a leer su contenido. Para su sorpresa, cuando se disponía a hacerlo se dio cuenta que la situación de emergencia producida por la inesperada herejía, le había hecho regresar de su encuentro divino, tan precipitadamente, que sólo se había traído dos tablas, lo que equivalía a un decálogo.
Pese al largo tiempo pasado en la montaña para aprenderse las nuevas leyes, el desconsuelo producido por los desvergonzados actos de deslealtad de sus seguidores, le había causado una especie de amnesia que borró lo aprendido Sabía que la enseñanza de los preceptos divinos ya no podía posponerse pues se abriría el camino hacia otra rebelión. Por lo cual, decidió rápidamente nunca más hablar de la existencia de los mandatos s que van del 11 al 20 y presentar los diez primeros como el decálogo dado por Dios.
Esta solución, acertada desde el punto de vista estratégico para dominar a las masas, jamás lo dejaría tranquilo: Pensaba que nunca sería absuelto por Dios y que, tarde o temprano Él se vengaría. Lamentaba enormemente el olvido de las dos últimas tablas ya que recordaba vagamente las leyes contenidas en ellas se diferenciaban de las primeras cinco dedicadas al culto. No tenían que ver con la obligatoriedad de el monoteísmo, la ausencia de imágenes o la santidad del sábado sino que eran más afines a las que
constituyen la segunda parte del decálogo que proporcional las bases para regir la vida en convivencia y para mejorar la sociedad . Ansiaba recordar qué seguía después de la necesidad de honrar a los padres, de las prohibiciones de matar, robar, mentir y desear la mujer del prójimo.
Moisés seguiría obsesionado y atormentado con la pérdida el resto de su vida. Para saldarla, se puso a idear una serie de preceptos menores que nunca llegaron a tener la categoría de los originales. Legisló sobre el trato de los esclavos, los golpes y heridas, el robo específico de animales y los deberes hacia los enemigos. Los creyentes sintetizaron las nuevas reglas en el lenguaje común de “ojo por ojo y diente por diente” y Moisés nunca estuvo de acuerdo con esto y se fue separando de la tribu.
Para recuperar y someter a los creyentes, un tanto desquiciado, Moisés dedicó su tiempo a imaginar normas y decretos que rigieran todos los terrenos, desde el ámbito del culto hasta el de la intimidad y las conductas públicas. Prohibió que los sacerdotes se raparan la cabeza o se cortaran los bordes de la barba. y decretó un años sabático para que los hombres no trabajen en el campo y dejen descansar la tierra. Para regir los hábitos alimenticios, distinguió a los animales puros e impuros y consideró dentro de los primeros sólo a los terrestres que rumian y tienen pezuña partida; a los acuáticos con aletas y escamas, y a los insectos alados, que tienen zancas para saltar con ellas por el suelo. También se dedicó a legislar sobre el comportamiento sexual. Consideró como impura a la mujer dentro de los siete días posteriores a la menstruación, y señaló las prohibiciones sobre la desnudez . El máximo invento de Moisés para saldar su propia culpa fue la creación de un Día de Expiación ,que prescribe un ayuno forzoso para pedir un perdón, que en realidad era el suyo.
Además de escribir reglas y decretos, Moisés hizo que su pueblo se dedicara en forma compulsiva a la construcción del tabernáculo y el arca sagrada .Mientras los hombres se hacían cargo de las tareas de la edificación y carpintería, las mujeres hilaban los más delicados tapices. Único sabedor de que el número de preceptos era veinte y no diez, como una forma de pedir
perdón a Dios, en cada flanco puso en pie VEINTE tableros de madera con VEINTE bases de bronce y acacia: y veinte ganchos de plata: veinte hacia el Sur para el lado del Neguev y veinte para la pared del Norte. El cortinaje de la puerta del altar, de lino fino y bordados púrpura violeta, medía VEiNTE codos de largo.
A pesar de todos sus esfuerzos, Moisés nunca logró ser perdonado por Dios quien, como castigo, no le permitió entrar a la la Tierra Prometida. . Al llegar cerca de la meta frente a Jericó , en las estepas del Moab, Moisés subió al Monte Nebo y mientras contemplaba desde allí el panorama , escuchó la voz de Dios que le decía.“Esta es la tierra que bajo juramento prometí a Abraham, Isaac y Jacob. A tu descendencia se la daré. Te dejo verla, pero no pasarás a ella “
Y así murió Moisés, a los seis veces VEINTE AÑOS, en el territorio del Moab. No ha vuelto a surgir en Israel un profeta como él, a quien Yahvé trate cara a cara Sin embargo, algunos creadores receptores de los dotes divinos a través de la escritura, siguen bajo las pistas de los otros diez mandamientos para completar los veinte originales. .Julio Verne creyó que estarían en las profundidades del mar y por eso escribió las VEINTE míl leguas de viaje submarino- Pablo Neruda intuyó que éstas sólo se podrían encontrar a través de la música, la palabra y el amor y por eso nos dio VEINTE poemas de amor y una canción desesperada . Oliveiro Girondo pensó que las reglas divinas también se descubrirían a partir de la palabra pero que, en los tiempos actuales, éstas ya se transportaban en los medios de comunicación moderna y, en su búsqueda, publicó sus VEINTE poemas para ser leídos en el tranvía. Otros más se nutrieron del árbol del conocimiento y, para sistematizarlo, hicieron los VEINTE tomos de la Enciclopedia Británica.