Obra póstuma
¿Será posible que abras los ojos y nos vean ahora?
¿Podrás oírnos?
¿Podrás sacar tus manos un momento?
Estamos a tu lado, es nuestra fiesta.
Como si hubieras sido tú el que entraba, los balcones bailaron ante mi llegada, el escenario me rindió su reverencia.
Las butacas se levantaron y emocionadas me aplaudieron. Excitadas, se pintaron de
rojo y formaron así un llamativo contraste con el inquebrantable granito blanco que tú habías ideado para cobijarlas. Incontrolables, violaron todas las reglas del comportamiento, no pudieron mantener el silencio. Su alegría no tenía límites, todas comentaban mi llegada.
En vano traté de convencerlas de que el recibimiento era inmerecido, que no yo la
artista, que no era a mí a quien debían su presencia. Pero, como si supieran que era tu hija,
ellas insistían y mientras esto hacían sentí el escurrir las primeras lágrimas…y luego las
siguientes. El llanto pausado que empezaba a envolverme cada vez era más intenso. Los
sollozos iniciales se transformaron en rebeldes gritos de dolor y protesta.
Y entonces la confusión fue mayor. Primero me escucharon respetuosamente. Luego
pensaron que era la actriz principal de la obra con la que se inauguraría este teatro y entonces me aplaudían cada vez más, incluso creyeron que con mi llanto yo venía a probar la concha acústica y que, como quedaba constatado, todo había sido un éxito.
Felices y conscientes de su reciente nacimiento, engalanadas, se preparan para su
presentación oficial, para recibir la música del primer concierto, los cantos y las palabras de la primera representación. Era imposible esperar que intentaran solidarizarse con el dolor de tu partida.
Quizá por ahora tampoco hayan oído hablar del Mío Cid, quien como tú, ganó algunas
de las principales batallas después de su muerte. Son incapaces de entender que a ella se
debe su propia existencia. No saben que en esta construcción, en este teatro que viste ahora la ciudad de Coatzacoalcos, te levantaste y venciste una vez más.
Y mientas ellas orgullosas, vuelan y cantan en tu ausencia, yo…desconsolada, lloro de
rabia.